Petro, el inolvidable, en la lista Clinton

Por: Eliana Úsuga

De nuevo un presidente de Colombia en la lista Clinton, obvio no está ahí por ser ejemplo para la humanidad, al contrario, es una vergüenza para los colombianos. Y lo más preocupante es que este descrédito internacional no surge de rumores ni de interpretaciones malintencionadas, sino de su propio comportamiento: si Daniel Coronell, que no es precisamente un enemigo de Gustavo Petro, terminó preocupado después de la entrevista con él, es porque el problema pasó de ser político a un caso de estudio clínico. Entre líneas se entendía todo: evasivas, desvaríos, un presidente que habla solo, que no deja hablar, que le preguntan y no responde, que necesita tener un lápiz en la mano para sentirse dueño del relato

Petro vive en monólogo permanente. Los consejos de gobierno son sermones de una sola voz, donde los ministros son simples espectadores del genio autoproclamado. No hay interacción, porque en su universo solo cabe una verdad: la suya. Y así gobierna, hablándole al país como quien dicta una clase que nadie pidió y de la que nadie puede escapar.

Despedir a un viceministro al aire no lo hace un líder; lo hace un ególatra pero claro, en su cabeza esa escena debe verse como un acto de autoridad moral, como un gesto épico digno de un documental sobre los hombres que cambiaron la historia.

Su vanidad no conoce límites. Se imagina matemático, filósofo, científico, guía espiritual. Habla de todo y de todos, pero no escucha a nadie. Y cuando alguien intenta hacerlo aterrizar, responde con verborrea, cifras inconexas o una cita que solo existe en su mente. No hay diálogo posible.

Petro desea ser inolvidable. Y lo será, sin duda. lo recordaremos, sí, pero como se recuerdan las malas experiencias. Colombia ha tenido presidentes de todos los tipos, algunos brillantes, otros desastrosos. Pero nunca un caso clínico como el de Petro, un mandatario atrapado en su propio delirio