Una nueva controversia sacude al país tras la más reciente alocución del presidente Gustavo Petro, marcada por afirmaciones desconectadas, referencias confusas y un tono errático que ha generado preocupación en el ámbito político y social.
Durante su intervención, el mandatario sugirió trasladar la Estatua de la Libertad desde Nueva York hasta Cartagena, también habló de los hipopótamos de la Hacienda Nápoles —a los que asoció con animales de la India—, arremetió contra Estados Unidos, calificó de “criminal” al dueño de Keralty, casa matriz de la EPS Sanitas, y afirmó que debía salir del país. También usó términos como “barbaries”, “traiciones” y “delitos de lesa humanidad”, sin una línea clara de argumentación.
Más allá del contenido, el estilo del discurso levantó serias inquietudes: Petro mostró dificultades para pronunciar palabras, olvidó finales de frases y, en varios momentos, pareció perder el hilo de sus ideas.
La senadora María Fernanda Cabal no solo calificó el episodio como alarmante, sino que volvió a insistir en que se practique un examen toxicológico al jefe de Estado. “Esa alocución evidencia la situación de enajenación mental en la que vive el presidente. Esto ya no es una discusión política: es un asunto de salud pública e institucional”, aseguró.
Insistiré en el examen toxicológico a Petro. No puede ser que se tome los medios nacionales por 1 hora 48 minutos para decir barbaridades que dejan en evidencia su lamentable estado. #ColombiaSuperaráAPetro pic.twitter.com/2pmu4PvMZe
— María Fernanda Cabal (@MariaFdaCabal) July 16, 2025
La reacción en redes sociales tampoco se hizo esperar. Cientos de usuarios calificaron la intervención como vergonzosa, mientras cuestionaban la estabilidad emocional y cognitiva del mandatario. Frases como “¿Quién asesora al presidente?” o “Esto da pena ajena a nivel internacional” se volvieron tendencia.
Hasta el momento, la Casa de Nariño no ha emitido ningún pronunciamiento oficial sobre la intervención presidencial ni frente a los señalamientos por su estado de salud. Mientras tanto, crece el debate sobre si el país está frente a un problema de gobernabilidad o a un síntoma más de un estilo político cada vez más impredecible.