Me hierve la sangre por Colombia

Por: Julián Ceballos

Me hierve la sangre roja cuando intento nombrar todo lo que puedo sentir por este país. Me arde el pecho, no de rabia, sino de amor, de ese amor que no se aprende: se respira. Amo a Colombia, no solo porque nací en ella, sino porque cada vez que abro los ojos y veo el azul profundo de sus mañanas, siento que estoy en un lugar que merece ser vivido, defendido y reconstruido.

He caminado mi tierra, donde el verde no es un color, es una emoción. Donde el sol no solo brilla: bendice. Donde la historia se esconde entre montañas y el alma se despierta al ritmo de los cafetales, los ríos y las carcajadas de la gente. Ahí, en ese azul, en ese amarillo, en ese rojo… vibra un país que aún late fuerte aunque lo intenten silenciar.

Pero no soy ingenuo. También me duele mi patria. Me duele cuando la roban, cuando la traicionan, cuando se ríen de su gente como si fuera poca cosa. Me duele ver a Colombia caer en las manos de quienes no la aman, de quienes la usan para disfrazar ambiciones mezquinas o esconder verdades.

Por eso escribo. Porque creo en el arma más poderosa: la palabra. Porque sé que con ideas se construyen puentes, se sanan heridas, se encienden corazones dormidos. Porque escribir es una forma de luchar, de resistir, de recordar quiénes somos y a dónde podemos llegar si dejamos de pelearnos entre nosotros y empezamos a invertir en lo que realmente importa.

Hoy, 20 de julio, no quiero solo recordar la independencia. Quiero honrarla. Quiero invitar a cada colombiano a que invierta. Sí, invierta. Pero no solo en cifras, sino en valores. Invierte en paz, en amor, en diálogo, en cultura, en creatividad. Invierte en el vecino, en tu historia, en tu familia. Invierte en las nuevas generaciones. Invierte en democracia. Invierte en la verdad.

Porque si queremos un país distinto, tenemos que atrevernos a soñarlo distinto. Y no se trata de utopías: se trata de voluntad. Colombia es tierra fértil, pero no solo para sembrar café, es fértil para sembrar cambios. Cambios reales, profundos y sostenidos.

El próximo 7 de agosto de 2026 tendremos la oportunidad de reencontrarnos con los valores que nos han sido borrados, arrebatados, maquillados. Pero el camino comienza hoy, con cada gesto, con cada palabra, con cada acto de coherencia.

Colombia no está perdida. Está esperando. Está esperando que tú y yo decidamos recuperarla. No con odio, sino con orgullo. No con violencia, sino con propósito. No con gritos, sino con hechos.

Hoy, me hierve la sangre. Pero no de impotencia. Me hierve de amor.
Porque amo a mi tierra.
Y porque sé que todavía podemos salvarla.