La vicepresidente, Francia Márquez expuso lo que considera un proceso sistemático de exclusión y silenciamiento dentro del Gobierno al que ayudó a llegar al poder. “Pasé de ser el fenómeno político, la heroína, a ser la traidora”, afirmó, dejando en evidencia las tensiones internas que atraviesa el alto gobierno y su rol en él.
Márquez, una de las figuras más visibles y votadas en las elecciones de 2022, denunció que su llegada al poder fue celebrada simbólicamente, pero nunca respaldada con decisiones reales. “El día que ganamos la segunda vuelta fue un día que se nos permitió la presencia, pero no se nos reconoció”, señaló, en clara alusión a la falta de herramientas efectivas para ejercer su cargo con autonomía.
“Me acusaron de no ejecutar, cuando jamás me entregaron el instrumento para hacerlo”, dijo, al tiempo que denunció las múltiples formas de violencia simbólica y política que ha enfrentado como mujer negra en el poder. “En este país, cuando una mujer negra asciende, la sospecha la persigue”, expresó. Su intervención puso sobre la mesa una pregunta contundente: “¿Cómo se elimina a una mujer negra del poder en una democracia contemporánea? Con narrativas que sirven de antesala para los explosivos o las balas”.
La vicepresidente también denunció que su presencia ha sido utilizada como un símbolo, pero sin el respaldo político necesario para incidir realmente en las decisiones del Ejecutivo. “Se nos quiere en la foto, pero no en la toma de decisiones. Se nos quiere como símbolo, pero no como un pueblo con voz”, aseveró.
Márquez también reivindicó su derecho a disentir dentro del mismo gobierno. “Disentir en el Gobierno que ayudé a elegir no es traicionar. Ejercer la dignidad no es conspirar”, afirmó, respondiendo a quienes han interpretado sus críticas como deslealtades políticas. “Hoy, se manifiesta en argumentos que indican qué puede o no decir una persona afrodescendiente”, añadió, al denunciar que incluso su discurso es constantemente vigilado y limitado.
Las declaraciones de la vicepresidente no solo revelan las fracturas internas del Pacto Histórico, sino que reabren el debate sobre el racismo estructural, el machismo político y la instrumentalización de las figuras simbólicas en los espacios de poder.