Por: Eliana Úsuga
Álvaro Uribe Vélez no es un político cualquiera. Es el hombre que sacó a Colombia del infierno del secuestro, el miedo y el narcoterrorismo. Fue el presidente que se paró firme cuando el país estaba de rodillas. Le devolvió a millones de colombianos la posibilidad de salir de sus casas sin miedo, de abrir una empresa, de invertir, de vivir. Nadie ha gobernado con tanta determinación, y pocos han logrado transformaciones tan profundas en tan poco tiempo. Por eso no sorprende que la izquierda radical, que durante años intentó tomarse el país por las armas, le guarde tanto rencor.
Uribe está pagando un precio muy alto por haber defendido la patria. Por enfrentarse a criminales con poder, por destapar alianzas oscuras y por no doblegarse, mientras Hugo Chávez avanzaba con su proyecto de expansión ideológica, Uribe fue de los pocos líderes en América Latina que le puso freno. Lo que muchos no saben, o prefieren olvidar, es que ya en esa época existía la intención de imponer una “zona binacional” con fines que poco tenían que ver con el desarrollo y mucho con el control político. Gracias a Uribe, esa amenaza se contuvo.
Él fue quien impidió que Colombia cayera bajo el modelo del socialismo autoritario. Gracias a su liderazgo, muchos de nosotros pudimos quedarnos en este país, crecer aquí, trabajar aquí, tener a nuestros hijos aquí, y verlos crecer en libertad. Sin Uribe, la historia de Colombia hoy sería otra. Muy posiblemente, una historia de escasez, censura, exilio y desesperanza, como la que hoy viven millones de venezolanos.
Eso es lo que no le perdonan: que se les haya enfrentado. Por eso llevan años tratando de destruir su imagen. Han gastado millones en campañas sucias, han manipulado información, han creado bodegas y lo han acusado de todo. Y sí, con muchos les ha funcionado. Lo odian no por lo que hizo, sino por lo que les contaron.
El proceso que enfrenta está lleno de irregularidades. Uribe denunció más de 20 mil interceptaciones ilegales a su teléfono, incluso a sus conversaciones con su abogado. Lo más grave es que esas grabaciones fueron usadas para armarle un proceso sin que haya en ellas una sola prueba de delito. Y no solo eso: también denuncia que la Corte abrió un proceso secreto en su contra, sin notificar a su defensa, mientras filtraban la información a periodistas afines al petrismo.
Magistrados que han opinado sobre el caso en medios, fiscales con conflictos de interés, decisiones tomadas por jueces que deberían haberse declarado impedidos. Y en paralelo, un presidente, Gustavo Petro, que ha intervenido con declaraciones públicas, presionando la narrativa desde el poder. ¿Qué clase de justicia es esta?
Hoy muchos están ansiosos esperando un resultado que, según versiones extraoficiales, no favorecería a Uribe. Quieren verlo derrotado, silenciado, acabado. Pero hay algo que no entienden: Uribe ya ganó un lugar en la historia. Pase lo que pase, ningún político colombiano podrá superarlo jamás. Porque lo que él hizo por este país no lo hizo por ambición ni por poder. Lo hizo por convicción. Por amor a Colombia.
Pero la historia es sabia. Y aunque algunos jueces fallen en su contra, el pueblo no olvida.
Uribe no necesita absoluciones para ser grande. Su legado está escrito en la memoria de millones de colombianos que volvieron a soñar gracias a su gobierno. Pueden intentar destruirlo, pero nunca podrán reemplazarlo. Porque líderes como él nacen una vez por siglo… y a veces, ni eso.