El Gran Parque Medellín revela quién quiere construir y quién destruir

Opinión por: Eliana Úsuga

Hay un rasgo que tienen algunas personas: nada les sirve, nada les gusta, nada les parece. El anuncio del alcalde Federico Gutiérrez sobre el Gran Parque Medellín no fue la excepción: voces en redes sociales, de inmediato, salieron a criticar prácticamente con el mismo estribillo de siempre: “¿eso pa’ qué?”.

La crítica, por supuesto, es necesaria en democracia. Pero otra cosa es caer en la mezquindad de negar la importancia de una obra que, por sus características, marcará un antes y un después en la vida urbana.
Estamos hablando de 210.000 metros cuadrados, en los que la pista de atletismo y ciclismo pasará de 1.5 a 3 kilómetros, lo que la hará apta para eventos de mayor nivel. La pista de bicicross Mariana Pajón será fortalecida para competencias internacionales, se construirán dos piscinas olímpicas y dos semiolímpicas, y —como si fuera poco— el parque tendrá una zona del mar de 12.000 m², un espacio pensado para quienes no pueden darse el lujo de viajar a la costa cada puente. Porque, aunque a algunos les parezca banal, para muchas familias de Medellín un fin de semana en el mar es un privilegio lejano. Un parque que acerque esa experiencia simbólica es, en sí mismo, un acto de inclusión social.

El proyecto también piensa en la economía local: se mantendrán los comerciantes que llevan años trabajando allí y se abrirán nuevos espacios que generarán más de 800 empleos directos. Se ampliarán las disciplinas deportivas de 26 a 39, se mejorará la unidad deportiva María Luisa Calle, se sembrarán más de 300 árboles nuevos que se suman a los ya existentes —para llegar a casi 3.000—, y hasta se reorganizará el estacionamiento con más de 200 parqueaderos adicionales.

Ahora bien, lo curioso es la memoria selectiva de la crítica. Cuando Sergio Fajardo levantó sus pirámides de concreto en la Oriental, muchos de los que hoy protestan no salieron a decir “¿eso pa’ qué?”. Y ni hablar de las obras que dejó la pasada administración: que fueron, básicamente, ninguna.
Prefieren quedarse en la crítica barata, en la mezquindad de sabotear un proyecto que beneficiará a los ciudadanos solo porque no me cae bien el alcalde.

¿Eso pa’ qué?” Pues bien, se los respondo: para que los niños jueguen, para que los deportistas entrenen, para que las familias se reúnan y disfruten, para que los padres que no pueden llevar a sus hijos al mar el fin de semana tengan un lugar que lo evoque, para que Medellín sueñe y para que no termine reducida a los caprichos de politiqueros frustrados.
Lo irónico es que, en el fondo, quienes más gritan “eso pa’ qué” seguramente van a querer estar el día de la inauguración en primera fila, tomándose la selfie en la zona del mar.