Por: Julián Ceballos (@Julianceballosoficial)
La situación política en Venezuela es insostenible. La permanencia de Nicolás Maduro en el poder, pese a los recientes resultados electorales que favorecieron a Edmundo González, refleja la consolidación de un régimen autoritario que desconoce la voluntad popular y perpetúa una crisis humanitaria sin precedentes. Como colombiano, y desde una perspectiva democrática, sostengo que es momento de reflexionar sobre el papel que Colombia puede y debe asumir para contribuir al restablecimiento de la democracia en Venezuela.
Colombia no es un espectador indiferente de esta crisis. Somos el principal país receptor de migrantes venezolanos, con más de 2.5 millones de ciudadanos que han cruzado nuestras fronteras en búsqueda de un futuro digno, escapando del hambre, la represión y la falta de oportunidades. Esta realidad nos otorga no solo la responsabilidad moral, sino también la necesidad práctica de involucrarnos en la búsqueda de soluciones que garanticen estabilidad en la región.
Históricamente, Venezuela fue un socio estratégico para Colombia, tanto en lo comercial como en la integración cultural y social. Sin embargo, el deterioro institucional ha quebrado esa relación, afectando directamente nuestras economías fronterizas y debilitando la cooperación bilateral. La restauración democrática no solo es un asunto de principios, sino también de estabilidad económica y social para ambos pueblos.
¿Cómo puede Colombia liderar una mediación efectiva?
Diplomacia activa y firme: Colombia debe liderar una coalición regional con países democráticos que, a través de la OEA y el Grupo de Lima, exijan el respeto a los resultados electorales y la transición pacífica del poder. La presión diplomática, respaldada por evidencia clara de fraude electoral y represión, es un camino para debilitar la narrativa de legitimidad de Maduro.
Defensa de los Derechos Humanos: Es fundamental que Colombia continúe denunciando las violaciones sistemáticas de derechos humanos ante la Corte Penal Internacional y otros organismos multilaterales. La voz de un país receptor y solidario con los migrantes venezolanos tiene un peso moral significativo en estos foros.
Evitar intervenciones militares: Aunque la tentación de una intervención armada pueda surgir en ciertos sectores del debate, la historia latinoamericana ha demostrado que este tipo de acciones suelen profundizar los conflictos y generar crisis humanitarias aún más graves. La presión debe ser legal, diplomática y económica. Lo militar debe ser el último de los escenarios.
Acompañamiento a la oposición democrática: Colombia debe brindar apoyo político y logístico a las fuerzas democráticas dentro de Venezuela, facilitando el diálogo entre sectores de la oposición y fortaleciendo sus canales de representación internacional.
Esto es un llamado a la responsabilidad internacional
La democracia, la defensa de la libertad, la propiedad privada y el respeto a los procesos electorales son valores irrenunciables. La crisis venezolana no es solo un problema interno, sino un desafío regional que requiere de una respuesta coordinada. Colombia, con su historia de solidaridad y su posición geopolítica, tiene la oportunidad de liderar un proceso de restauración democrática sin precedentes.
El pueblo venezolano eligió mayoritaria y libremente su destino. Y Colombia, como vecino, como hermano y como nación comprometida con los valores democráticos, debe estar a la altura de ese desafío.