En apenas siete minutos, cuatro hombres encapuchados lograron burlar la seguridad del Museo del Louvre, en París, y llevarse ocho joyas de la Corona francesa de valor incalculable. El asalto, ocurrido este domingo entre las 9:30 y las 9:40 de la mañana, ya es considerado el robo más audaz y grave que ha sufrido la emblemática pinacoteca en más de un siglo.
Según las autoridades, los delincuentes ingresaron por un acceso lateral y se dirigieron directamente a la Galería de Apolo, donde se exhiben las reliquias más valiosas de la monarquía francesa. En cuestión de minutos rompieron las vitrinas de seguridad, tomaron las piezas y huyeron en motocicletas de alta cilindrada. De acuerdo con el ministro del Interior, Laurent Nuñez, se trata de un comando altamente organizado que conocía a la perfección los puntos débiles del museo. “Habían hecho un reconocimiento previo y actuaron con precisión profesional”, señaló.
El botín está compuesto por una diadema, un collar de zafiros, dos pares de pendientes, un collar de esmeraldas, una diadema de la emperatriz Eugenia de Montijo y dos broches. Estas joyas pertenecieron a reinas y emperatrices de Francia, entre ellas María Amelia y Hortensia de Beauharnais, madre de Napoleón II. Su valor no puede calcularse en dinero, pues forman parte de la memoria cultural del país. Una de las piezas, una corona adornada con más de 1.300 diamantes y 56 esmeraldas que perteneció a Eugenia de Montijo, fue encontrada más tarde en la vía pública, aparentemente perdida por los asaltantes durante la fuga.
El robo ha puesto en entredicho la seguridad del museo más visitado del mundo, que en 2024 recibió casi nueve millones de visitantes. Pese a contar con uno de los sistemas de vigilancia más sofisticados del planeta, las alarmas no sonaron o no fueron escuchadas en la sala donde se produjo el asalto. Cinco agentes que se encontraban cerca lograron activar el protocolo de emergencia, pero cuando llegaron las fuerzas del orden, los ladrones ya habían desaparecido. “La rapidez del ataque demuestra que ningún museo es intocable”, reconoció la presidenta del Louvre, Laurence des Cars.
El caso ha desatado preocupación en Francia, que en las últimas semanas ha enfrentado una ola de robos en museos nacionales. En Corrèze, el Museo Jacques Chirac fue asaltado por hombres armados que robaron un reloj de colección; en París, el Museo Nacional de Historia Natural perdió piezas de oro valoradas en 600.000 euros; y en Limoges, el Museo Adrien Debouché sufrió la sustracción de cerámicas chinas del siglo XV estimadas en siete millones de euros. La ministra de Cultura, Rachida Dati, advirtió que estos hechos podrían estar vinculados a redes internacionales de tráfico de arte.
El Louvre ya había sido escenario de un robo histórico en 1911, cuando un antiguo empleado sustrajo La Gioconda de Leonardo da Vinci, obra que fue recuperada dos años después. Más de un siglo más tarde, el nuevo asalto reaviva el debate sobre la vulnerabilidad del patrimonio cultural europeo y la necesidad de reforzar la protección de los museos.
El golpe de este domingo no solo significa la pérdida de joyas de valor incalculable, sino un duro golpe al alma de Francia. Mientras la policía continúa la búsqueda de los responsables, el mundo del arte observa con asombro cómo, incluso en una era dominada por la tecnología y la vigilancia, bastaron siete minutos para desafiar a la historia.