Por: Eliana Úsuga
Gallardía, es el valor de actuar con dignidad y firmeza, especialmente cuando hay presión. Es tener la entereza de hacer lo correcto. Cuando una juez como Sandra Heredia dice que “los hijos del procesado no tuvieron la gallardía de venirlo a acompañar”, está hablando desde el juicio moral, no desde el derecho ¿En qué código procesal se impone como obligación moral la presencia familiar? ¿Con qué derecho una juez evalúa los sentimientos, decisiones personales de la familia de un procesado? ¿En qué parte del Código Penal dice que un hijo está obligado a presentarse en una audiencia para demostrar coraje? Lo que hizo la juez no fue impartir justicia, fue lanzar un reproche. Desde el principio del caso, se desvió del camino de la imparcialidad y convirtió su fallo en un espacio para emitir opiniones personales.
Gallardía es dictar sentencia con pruebas, no con opiniones. Es ceñirse a los hechos, no a lo simbólico ni a lo político. La juez no solo falló con sesgo, falló también con un lenguaje emocional, revanchista, cargado de prejuicio contra una figura pública. No aplicó justicia. ¿Dónde está la famosa prueba reina? No existe. ¿Dónde está la prudencia judicial? Brilla por su ausencia. ¿Y la gallardía? A la que verdaderamente le faltó fue a ella.
También le faltó gallardía al llamar “hombre de valor civil” a un criminal condenado a 40 años de prisión. ¿A qué estamos jugando? ¿A premiar a quienes atentan contra la vida y el orden, mientras se castiga a los que han defendido la patria?
La justicia no se puede permitir esos lujos. Cuando se pierde la mesura, se pierde la confianza. Y si algo no le puede faltar a un juez, es gallardía para sostener su rol sin cruzar la línea.
Y si de falta de gallardía hablamos, habría que mirar a quien hoy ocupa la Presidencia. Porque a Gustavo Petro le ha faltado gallardía para gobernar el país, le ha faltado gallardía para dejar de mentir, para rodearse de ministros capaces en lugar de activistas incompetentes, le ha faltado gallardía para reconocer que no vino a construir, sino a destruir. Porque Petro no gobierna como estadista, sino como un izquierdista radical decidido a desmontar las instituciones, dividir a los colombianos y llevar al país por el camino del caos.
Mientras tanto, los que sí han mostrado gallardía —la verdadera— son el expresidente Uribe, María Fernanda Cabal, y demás integrantes de la oposición. Los que, pese a los riesgos y falta de garantía de este desgobierno, las amenazas, al desprestigio y a las trampas del poder, arriesgan su reputación, su seguridad y hasta su libertad por evitar que esta democracia se hunda bajo el disfraz del comunismo.
Porque la gallardía se ejerce. Se demuestra con respeto por la ley, con profesionalismo.