Por: Eliana Úsuga
En Colombia ya no hay tanto gas como antes. Durante años fuimos un país que producía su propio gas natural, pero ahora dependemos cada vez más de traerlo de afuera. Y eso, además de ser más caro, es un riesgo enorme para todos.
Esta semana, en el congreso de Naturgas, la presidente del gremio, Luz Stella Murgas, lo explicó sin rodeos: “si seguimos como vamos, sin sacar nuevas reservas ni hacer más pozos, el gas natural que hay hoy en Colombia solo alcanzaría hasta el año 2031”. Es decir, en seis años podríamos quedarnos sin una fuente de energía que millones de familias usan para cocinar, calentar el agua o prender una estufa.
La verdad es que el gas existe en el país, pero no lo estamos sacando. ¿Por qué? Porque los proyectos están parados, hay demoras en las licencias, trabas en los permisos, y las decisiones del Gobierno Nacional han frenado la firma de nuevos contratos para buscar más gas, es decir, por voluntad política del actual gobierno.
El presidente Petro, por ejemplo, sugirió hace poco que podríamos traer gas desde Catar o incluso “a través de cables eléctricos”. Pero aquí hay que aclarar algo muy importante: el gas es un recurso físico, no puede viajar por cables eléctricos. Lo que sí viaja por esos cables es la electricidad, es decir, la energía que se puede generar a partir del gas pero eso no es lo mismo.
Traer gas natural realmente tiene dos formas: Por gasoductos, que son grandes tuberías que se extienden bajo tierra o por el mar, ideales para transportar gas entre países vecinos y la segunda forma es traerlo licuado en buques especiales, que lo enfrían para convertirlo en líquido. Una vez llega al país, hay que “regasificarlo” para usarlo. Este proceso requiere plantas especiales y mucha inversión.
¿Y cuál es el problema? Que Colombia no tiene la infraestructura suficiente para mover grandes volúmenes de gas importado. Además, traerlo desde lugares tan lejanos como Catar dispararía los precios. En pocas palabras: sí se puede, pero es económicamente inviable para un país que lucha por controlar el costo de vida.
No se trata de estar en contra del medioambiente. Todos queremos un futuro más limpio. Pero eso no se logra de un día para otro. Hay que hacer una transición paso a paso.
El futuro de un país no puede seguir siendo secuestrado por ideologías. Se necesita gestión, voluntad y sentido común. Porque mientras seguimos debatiendo, el gas se agota. Y con él, la estabilidad de millones de hogares y empresas.