En medio del creciente malestar diplomático entre Colombia y Estados Unidos, se conoció que el presidente Gustavo Petro envió el pasado 23 de junio una carta a las autoridades estadounidenses —antes de que el Gobierno del expresidente Donald Trump ordenara llamar a consultas a su jefe de misión en Bogotá, John McNamara.
En la misiva, Petro explicó que sus palabras no tenían la intención de acusar de manera directa a funcionarios estadounidenses ni al entonces secretario de Estado de esa administración. “Deseo aclarar que cualquier expresión mía que haya sido interpretada como una acusación directa sobre la participación en un supuesto golpe de Estado en Colombia, no tenía la intención de señalar a nadie de manera personal ni de cuestionar sin fundamentos el papel de los Estados Unidos”, sostuvo el mandatario colombiano.
Petro, por su parte, señaló que su objetivo no era tensar la relación bilateral, sino advertir sobre riesgos reales de desestabilización política en la región. “Reconozco que es posible que algunas de mis palabras hayan sido percibidas como innecesariamente duras”, escribió, y añadió: “Mi intención no es cerrar puertas, sino abrir caminos para una conversación honesta y respetuosa entre nuestros países”.
El mandatario también abordó el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay, lamentando que desde algunos sectores se haya insinuado que su discurso habría motivado el ataque. “Rechazo de manera categórica cualquier intento de utilizar la tragedia como instrumento de acusación infundada”, dijo, reiterando que su gobierno ha ofrecido todas las garantías para esclarecer los hechos y proteger a todos los actores políticos, “sin excepción”.
Petro cerró su carta reafirmando su voluntad de construir una relación respetuosa con EE. UU. basada en la soberanía, la justicia y el diálogo franco. “Esto no es un llamado a la confrontación, sino a la responsabilidad compartida”, concluyó