Del 6 al 9 de junio, unos 370 millones de votantes de los 27 estados miembros de la Unión Europea acudirán a las urnas para elegir a los 720 miembros del Parlamento Europeo. Este proceso electoral también influirá en la composición de la próxima Comisión Europea, donde la actual presidenta, Ursula von der Leyen, busca un segundo mandato.
Las encuestas indican que la extrema derecha podría obtener ganancias significativas, con partidos marginales ganando influencia en la UE. Las facciones de extrema derecha, como los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y el grupo Identidad y Democracia (ID), se prevé que ocupen alrededor de una cuarta parte de los escaños. Factores como la oposición a las políticas climáticas, la migración, la incertidumbre económica y la desconfianza hacia el establishment explican este auge.
En Francia, el partido Reagrupamiento Nacional (RN) lidera las encuestas con Jordan Bardella al frente, mientras que en España y otros países, temas nacionales como la Ley de Amnistía y la corrupción desvían la atención de las elecciones europeas. Portugal enfrenta el desafío de una baja participación, mientras que Eslovenia espera aumentar la afluencia mediante referendos simultáneos. En Eslovaquia y Polonia, las campañas están influenciadas por cuestiones locales y tensiones políticas.
Los votantes de la UE están preocupados por la guerra en Ucrania, la economía, la migración y el cambio climático. En Austria, la política migratoria y la reducción de la desigualdad son prioridades, mientras que en la República Checa, el partido ANO 2011 critica fuertemente las políticas de la UE. Aunque los países no miembros de la UE, como Bosnia y Herzegovina, no participan en las elecciones, las campañas en sus comunidades reflejan su interés en la política europea.
En resumen, las elecciones al Parlamento Europeo de 2024 están marcadas por el ascenso de la extrema derecha y la influencia de los temas nacionales, configurando un panorama político complejo y diverso.