Opinión por: Eliana Úsuga
La falta de medicamentos en Colombia se ha convertido en una crisis que golpea a quienes más los necesitan: pacientes con enfermedades crónicas, cáncer, problemas cardíacos y dolencias que requieren tratamientos continuos para preservar su calidad de vida. Los dispensarios farmacéuticos enfrentan largas filas, retrasos y desabastecimiento.
La angustia de los pacientes es evidente. Algunos llevan meses esperando la entrega de medicinas esenciales, como la buprenorfina, la insulina y el enalapril, entre otros medicamentos clave para el control del dolor, la diabetes y la hipertensión, respectivamente. Los pacientes y sus familias denuncian la falta de respuestas claras y el desgaste físico y emocional que implica peregrinar de una sede a otra en busca de una solución que no llega.
El presidente Gustavo Petro ha intentado desviar la atención de la crisis de desabastecimiento de medicamentos con un enemigo conveniente: los gestores farmacéuticos. Su acusación de que están acaparando medicinas con fines de sabotaje es más política que técnica y, en el fondo, es una forma de evadir su responsabilidad en el colapso del sistema de salud. Mientras Petro busca culpables, las farmacias siguen vacías y los pacientes, desesperados. ¿Es desconocimiento o estrategia? Lo cierto es que las voces del sector salud han sido claras: el gobierno está desmantelando el sistema sin un plan alternativo viable.
El gobierno tenía herramientas para aliviar la crisis. Una de ellas era aumentar la UPC (Unidad de Pago por Capitación) en al menos un 16% para 2024, pero solo lo hizo en un 12%. La diferencia ha sido suficiente para asfixiar financieramente a las EPS, llevándolas al borde del colapso.
Colombia pasó de tener un sistema de salud que era referente en Latinoamérica a un escenario de incertidumbre donde el acceso a medicamentos esenciales se ha convertido en una lotería macabra. Las cifras, los testimonios y la indignación de los afectados confirman que la inacción gubernamental está costando vidas.
Lo que resulta evidente es que esta crisis tiene responsables en múltiples frentes: un gobierno que no ha tomado medidas suficientes para financiar el sistema, unas EPS atrapadas entre la insuficiencia de recursos, la creciente demanda de atención, y un modelo de salud que parece estar diseñado para colapsar antes que para garantizar el acceso universal y oportuno a los medicamentos. Mientras el debate político se alarga, los pacientes siguen esperando, y en muchos casos, perdiendo la batalla contra enfermedades que podrían tratarse si el acceso a los fármacos estuviera garantizado.
Aunque el plan de gobierno del presidente Gustavo Petro promete “garantizar el acceso a medicamentos esenciales con oportunidad, calidad y pertinencia”, todo se queda en retórica. La amarga lección para quienes votaron por él, es que, por grandes que sean los discursos y planes de gobierno, no pueden suplir la ejecución efectiva y el compromiso genuino con los colombianos.
La falta de medicamentos en Colombia no es solo un problema administrativo o financiero; es una tragedia humana que exige soluciones urgentes. Porque detrás de cada fila en una farmacia hay un paciente cuya vida depende de una decisión que aún no se toma, y la responsabilidad de esa inacción recae directamente en el gobierno.