La decisión del Departamento de Estado de Estados Unidos de revocar la visa al presidente Gustavo Petro, tras sus declaraciones en Nueva York, abrió un nuevo frente diplomático con Washington y, al mismo tiempo, encendió un fuerte debate político en Colombia.
Desde la oposición, las críticas se centraron en la irresponsabilidad del mandatario y los riesgos para la relación bilateral. El expresidente Iván Duque acusó a Petro de “jugar con la dignidad de Colombia y una relación de 200 años con EE. UU.” y citó a Martin Luther King al advertir que “nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.
En la misma línea, la senadora María Fernanda Cabal lo calificó como un “irresponsable sin límites y sin respeto”, al tiempo que advirtió que sus actos ponen en riesgo a millones de colombianos que dependen de una relación estable con Washington. “La libertad no es capricho, siempre exige responsabilidad”, afirmó, cerrando su mensaje con el hashtag #ColombiaEsMasQuePetro.
El senador David Luna también alertó sobre un deterioro político acelerado: “Estos últimos meses todo se irá deteriorando y volviendo más delirante. Petro renunció a ser presidente para convertirse en un agitador internacional”. En tono sarcástico, Sergio Fajardo celebró que “por fin” Petro perdió la visa, y lo invitó a “renunciar y dedicarse a liderar la tercera guerra mundial contra Trump y sus amigos”.
Desde el gobierno, la defensa llegó de la mano del ministro del Interior, Armando Benedetti, quien resaltó que Petro fue “de los pocos presidentes que en la ONU se atrevió a denunciar el genocidio contra Palestina”. Según él, lo que hoy se presenta como sanción es en realidad el costo de decir “la verdad en la cara a Estados Unidos y al mundo”.
Con un matiz distinto, la representante Katherine Miranda advirtió sobre posibles efectos prácticos de la medida. “La decisión no debería afectar a los colombianos que estudian y trabajan en EE. UU., ni a nuestras exportaciones de café y flores que generan miles de empleos”, señaló, aunque ironizó que, si se van a quitar más visas, “sean las de su gabinete y congresistas que lo apoyan”.
Desde Washington, el Departamento de Estado argumentó la decisión alegando que Petro “instó a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes e incitar a la violencia”. Petro replicó desde Bogotá que la medida desconoce la inmunidad diplomática de los jefes de Estado en el marco de la ONU y recordó que, como ciudadano europeo, puede ingresar a EE. UU. mediante el sistema electrónico ESTA.
Más allá del pulso diplomático, el episodio se convirtió en un nuevo termómetro de la gobernabilidad interna. Para unos, la visa perdida refleja un error de cálculo; para otros, la consecuencia de hablar sin rodeos en escenarios internacionales. Lo cierto es que la discusión seguirá midiendo su impacto en la diplomacia, la política interna y la economía real.