Una lechuza fue entregada al Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de fauna silvestre (CAVR) después de permanecer cerca de siete meses en cautiverio dentro de una vivienda. El ave presentaba pihuelas de cuero, unas correas que se amarran a las patas de las aves rapaces para restringir su vuelo y mantenerlas bajo control humano, implemento usado en prácticas de cetrería para entrenarlas con fines de caza.
Durante la valoración inicial, los profesionales del CAVR evidenciaron que la lechuza sufría deshidratación, bajo peso corporal y un comportamiento habituado a la presencia de humanos, claros efectos negativos del encierro en fauna silvestre. Actualmente, se encuentra en proceso de rehabilitación, donde especialistas evalúan sus capacidades de vuelo y caza, además de ejecutar ejercicios de ahuyentamiento para fomentar que mantenga distancia con las personas. De este proceso dependerá su eventual liberación.
La lechuza común cumple un papel clave en el equilibrio de los ecosistemas, al ser un depredador natural de roedores. Su permanencia en cautiverio no solo afecta su salud y bienestar, sino que también priva al entorno de un controlador biológico fundamental.

Con este caso ya son tres las aves rapaces que han ingresado este año al CAVR con pihuelas en sus patas: además de esta lechuza, un búho real (Bubo virginianus) y un cernícalo (Falco sparverius) llegaron en condiciones similares, lo que enciende las alertas sobre prácticas ilegales que comprometen la fauna silvestre en el Valle de Aburrá.
El Área Metropolitana hizo un llamado a la ciudadanía para denunciar situaciones de tráfico ilegal o entregar voluntariamente animales silvestres en cautiverio. “Cada entrega es una oportunidad de devolverle la libertad a un animal y de fortalecer nuestros ecosistemas”, reiteró la entidad.