Revelan que encuesta de CNC fue solicitada por Miguel Uribe Londoño y pagada por un aliado de su campaña

Según evidencias recopiladas y difundidas públicamente, incluyendo archivos y declaraciones en medios como W Radio, Miguel Uribe Londoño habría solicitado la encuesta del CNC y fue pagada por una empresa afín a la campaña. El precandidato habría invertido más de 700 millones de pesos en las últimas semanas en encuestas pagadas, diseñadas para mostrarlo favorablemente frente a sus competidores internos. La de CNC publicada esta mañana en la que aparece por encima de los precandidatos del Centro Democrático no sería la excepción.

La controversia se intensificó después de que se revelara un enlace público con los pagos realizados por el precandidato a firmas de opinión. Estas encuestas, según los denunciantes, no fueron ejercicios de medición neutral sino herramientas de posicionamiento político.

El punto más álgido surgió tras un segmento en W Radio, donde analistas y periodistas señalaron abiertamente: «El causante de la encuesta paga fue Miguel Uribe Londoño. Él la pagó para que saliera favorable para él». Una afirmación que desató una oleada de reacciones dentro y fuera del Centro Democrático.

Incluso figuras ajenas al partido intervinieron en la discusión. La exalcaldesa Claudia López, crítica habitual del uribismo, escribió en X: “Al menos esta ‘encuesta’ del Centro Nacional de Consultoría reconoce (…) que la pagó la campaña de Miguel Uribe Londoño, que tiene por objetivo autoinflarse y desaparecer a la Cabal”.

Según registros públicos de la Biblioteca de Anuncios de Meta, además su campaña habría invertido cerca de 800 millones de pesos en publicidad digital en apenas 90 días, una cifra sin precedentes para un precandidato en competencia interna.

La publicación añadió combustible a un conflicto que ya escalaba rápidamente. Las acusaciones sobre las motivaciones detrás de estas encuestas han generado una tormenta dentro del Centro Democrático. La precandidata María Fernanda Cabal, una de las directamente afectadas por los resultados, llegó a plantear que la maniobra podría traducirse en una implosión del proceso interno.

El interrogante detonó un debate mayor: si el Centro Democrático entra en crisis interna, ¿quién capitaliza la división? Algunos sectores del partido consideran que la disputa beneficia directamente a la izquierda, pues presenta al uribismo como un movimiento dividido, desgastado y sin capacidad de unidad.

Las menciones a Juan Carlos Pinzón en la discusión avivaron teorías adicionales. Aunque no existen pruebas que lo vinculen con la estrategia de Uribe Londoño, algunos militantes consideran plausible que el caos interno favorezca a candidatos ajenos al partido, ya sea Pinzón o figuras de otros sectores políticos.

Especialistas insisten en que, en la política colombiana, las jugadas indirectas no son extrañas y las tensiones dentro del uribismo podrían ser aprovechadas por fuerzas competidoras.

La magnitud del gasto —cerca de 800 millones de pesos— y el impacto de las encuestas dentro del Centro Democrático han llevado a críticos y aliados a coincidir en algo: Uribe Londoño tomó una decisión de alto riesgo. Si su objetivo era consolidar su candidatura, la estrategia podría terminar teniendo un costo mucho mayor del previsto, no solo para él sino para su partido y para el bloque político que representa.

La estrategia de Uribe Londoño es, al mismo tiempo, audaz y profundamente riesgosa. Al saturar el debate público con encuestas de credibilidad cuestionada, construye la ilusión de una fortaleza interna que no necesariamente existe. Esto provoca dos efectos inmediatos y corrosivos para el partido:

• Desestabilización interna: las mediciones manipuladas siembran confusión y desconfianza entre militantes y simpatizantes. Si la base percibe a Uribe Londoño como el “favorito” por encuestas que luego resultan inconsistentes, la credibilidad del proceso interno del Centro Democrático se desmorona. Una colectividad ya tensionada termina aún más fracturada.

• Enojo y ruptura en las bases: los seguidores de otras precandidatas, como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia o incluso nuevos liderazgos, sienten que están siendo desplazados mediante artificios y no por méritos reales. Esa sensación de engaño alimenta la división y acelera una posible implosión del partido.

La pregunta que hoy se plantean analistas, dirigentes y electores es una sola: ¿Miguel Uribe Londoño buscaba ganar la consulta… o su verdadera intención es crear la mayor fractura interna del uribismo en años?

El desenlace aún está en desarrollo. Pero lo que ya es claro es que el episodio marcará el rumbo del partido —y posiblemente el del país— en la recta hacia 2026.