Por Julián Ceballos
—¡Juli! Hermano, ¿viste lo de San José? Yo viví allá y te digo, más allá del boom en redes, esa loma es un reflejo de lo mal planeado que está todo. ¿Sabes por qué me fui? No fue por el paisaje ni por la gente, fue porque cada día era una batalla para subir. Y eso que yo tengo carro… imagínate los que no.
La loma de San José ha pasado de ser una simple calle empinada a convertirse en el nuevo fenómeno viral del país. Ciclistas, motociclistas, marcas de carros y curiosos se ponen a prueba en su pendiente imposible, mientras en TikTok e Instagram se multiplica el famoso “sube o no”. Lo que pocos notan es que, más allá del reto, esta loma es un síntoma de algo más grande: el crecimiento sin control de nuestras ciudades.
No es solo Sabaneta. Es todo el Valle de Aburrá. Desde hace años, el Laboratorio DensUrban de la Universidad Eafit ha venido advirtiendo sobre los riesgos de la densificación descontrolada, pero sus alertas se han perdido entre discursos políticos y licencias de construcción. El resultado está a la vista: barrios enteros convertidos en selvas de cemento, vías que no soportan la demanda y una infraestructura que se quedó corta ante el ritmo acelerado del desarrollo.
Las ciudades están creciendo sin planificación real. En Sabaneta, las lomas que antes eran refugios naturales y pulmones verdes han sido invadidas por torres que se levantan sin consideración por el entorno. Los árboles desaparecen, el suelo pierde su capacidad de absorción, las lluvias generan estragos y el tráfico se vuelve inaguantable. Y lo peor es que este modelo no se detiene: Medellín, Envigado, Itagüí y hasta las capitales del país están replicando el mismo error.
La gran pregunta es: ¿cómo corregir el rumbo?
Los planes de ordenamiento territorial (POT) deberían ser la clave para equilibrar el desarrollo con la sostenibilidad, pero hoy parecen más una formalidad que una estrategia. Cada administración enfrenta el dilema de regular la expansión sin frenar la inversión, de ordenar el crecimiento sin enfrentarse a los grandes constructores. El reto no es menor: garantizar que nuestras ciudades no colapsen bajo su propio peso.
Mientras tanto, la loma de San José sigue llenando las redes de videos y comentarios. Nos reímos, admiramos a quienes logran subirla y nos sumamos al reto, pero la verdadera pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo seguiremos construyendo sin planear? Porque si no tomamos decisiones ahora, si seguimos permitiendo que las ciudades crezcan sin control, el “subo o subo” no será solo el reto de una loma. Será la realidad de todo el país.