Julián Ceballos – #shoescritor
Columnista
Ayer, en mi café favorito, pedí, un americanos, un latte y un bocadillo. La cuenta, incluyendo la propina fue de $31.000. Un gusto simple, un momento bonito. Pero mientras disfrutaba del sabor, recordé a Andrea.
Andrea es madre cabeza de familia, vive con dos salarios mínimos y la lucha constante por sacar adelante a sus dos hijos. Después de un divorcio complicado, su ex le ayuda con lo que la ley exige, pero la realidad pesa más: uniformes, útiles, transporte, y esas cosas “no obligatorias” que terminan siendo esenciales.
Pensé -con lo que pagué por ese café, Andrea podría haber comprado dos cuadernos, lápices y borradores para sus niños-. No era mi responsabilidad hacerlo, pero el pensamiento me golpeó como una pregunta incómoda ¿qué tan fácil sería para mí regalarle un respiro?
No es obligación ayudar. Pero a veces, un gesto pequeño puede cambiarle el día a alguien. La solidaridad no es darlo todo, es entender que estamos juntos en esto. Es mirar más allá de nosotros mismos y tender una mano donde haga falta.
No te pido que hagas milagros. Te invito a observar, a escuchar las historias de quienes te rodean y, si puedes, a dar un poco de lo que tienes. No siempre serán monedas. A veces será tiempo, empatía o una palabra. Pero siempre será algo que suma.
Ese café me supo a más que placer. Me dejó el sabor de la reflexión. ¿Y qué tal si hoy eliges que tu día también sepa a esperanza para alguien más?